He leído que en una reciente entrevista, el empresario de moda Adolfo Domínguez opina lo siguiente:
"En la vida el ejercicio de seducir es mucho más importante que el ejercicio del palo. Liderar una empresa es un ejercicio de seducción, hacia el exterior, hacia tus clientes, y hacia el interior, hacia tus empleados. En realidad, un empresario es un comunicador y un vendedor."
Estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación. En la vida, en las relaciones humanas del tipo que sean (y las relaciones personales son inherentes a la empresa), la seducción, controlada o espontánea, es algo que siempre está presente.
En muchas ocasiones la palabra seducción arrastra una carga negativa, reprobable. Sin embargo, me atrevería a decir que estamos intentando seducir a los demás casi continuamente.
Si definimos la seducción como aquel comportamiento dirigido a obtener una respuesta por parte de otro u otros, ¿acaso la relación personal no es esencialmente eso?
Nos cuesta admitirlo, porque moralmente no nos resulta fácil aceptar que todos nuestros actos son interesados; que antes de cualquier acción hay una intención. Pero si somos sinceros, y nos olvidamos del juicio sobre la bondad o la maldad de la intención, admitiremos que en la inmensa mayoría de los casos, siempre estamos intentando seducir a los demás.
Esta es la razón por la que creo que cualquier artista del encuentro, debe interesarse por conocer cómo actúan y funcionan los mecanismos de la seducción personal, si aspira realmente a dominar su arte.
Una persona que sabe seducir tiene mucha suerte y suele ser muy querida, y eso es bueno. Por esa parte, me siento afortunada de ser una gran seductora con las palabras
ResponderEliminarCreo que en la seducción influye toda nuestra persona; de hecho lo realmente seductor es la personalidad; ¿Por qué limitarte a las palabras?
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