jueves, 17 de diciembre de 2009

Del destino

El destino se podría definir como una especie de poder sobrenatural, que determina y guía la vida de los seres humanos, de forma ineludible, inevitable. Es una idea arraigada y discutida por la filosofía desde la antigua Grecia e incluso antes. Estar “predestinado” a algo implica que existe una causa anterior que justifica lo que hoy nos ocurre, y no podíamos hacer nada para impedirlo.

Al margen de esta discusión metafísica, me interesa hablar de esa interpretación del destino que nos bloquea e inmoviliza, hasta el punto de dar por hecho que hay cosas de nosotros mismos que no podemos cambiar, que tenemos un destino irremediable, o que nacimos predestinados para ser o vivir de una determinada manera.

En el plano de las relaciones afectivas, es muy romántica la idea de pensar que es el destino el que nos ha unido a alguien, y consolador, confortable, pensar que fue el destino quien también nos separó.

Pero para mí, “inventar” un poder externo llamado destino, no es más que otra manera de eludir la responsabilidad de hacernos cargo de nosotros mismos. Lo que nos pasa en la vida, es únicamente lo que vivimos en el presente. El futuro es algo que no existe, y por tanto sobre lo que no podemos decidir. Es tan sólo una probabilidad, y todo el tiempo que dediquemos a pensar en él supone un sacrificio de nuestro tiempo presente.

Vivir el presente es lo que importa, porque es lo único que realmente tenemos. Como Facundo Cabral dice, cuidemos el presente, porque en él viviremos el resto de nuestra vida. Una forma de evadirse del presente es recordar, desear, lamentar, arrepentirse, esperar…

Idealizar el futuro, o creer que nuestro futuro ya está escrito, anula nuestra libertad de decidir y actuar hoy. Si vivimos pensando en un futuro ideal, viviremos en la esperanza de que algún día ese futuro llegue, y si no llega, pues tampoco pasa nada porque seguiremos pensando que algún día llegará; y así hasta que algún día nos demos cuenta de que ya es demasiado tarde, y que hemos empleado nuestra vida en “esperar”.

Otra consecuencia muy peligrosa de la aceptación de la predestinación, es asumir que somos de una determinada manera, “porque así lo ha querido el destino”. Es una de las formas en que formulamos la aceptación ineludible de “cómo somos”. Es una visión de nosotros mismos que, si nos resulta agradable y nos satisface, no representa ningún problema. Pero si nos provoca malestar, sufrimiento o angustia, “culpar” al destino nos impide actuar y hacer algo para cambiar: si estamos predestinados a ser así, obviamente, no podemos hacer nada para cambiarlo.

Por supuesto, es esta un visión de nuestra realidad que debemos rechazar, si aspiramos a ser felices y a vivir nuestra vida de la mejor manera posible. En otro comentario, hablaré sobre las trampas del “Yo soy así”.

1 comentario:

  1. Gracias por el texto, supongo que la ventaja de ser ¡la primera seguidora! es que puedes pedir que se escriba sobre algún tema en particular :)

    Pensaré en ello.

    C.

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